jueves, 26 de abril de 2012

Un ángel en mi aula

Un trabajo especial de mi autoría que fue publicado en una edición de Diario La Hora Cotopaxi semanas atrás, y que es un homenaje para aquellos luchadores que no tienen límites, y que se mezclan entre la sociedad como ángeles... aún hay mucho que hacer por ellos.


Fotografías y Texto: R. PAÚL LÓPEZ CHAMORRO






                                    Un ángel en mi aula


Son las 8:03 y Nahomi llega en el asiento delantero del taxi de su padre. Caminan hasta la entrada de la escuela y desde ahí, la pequeña estudiante camina sola, segura de lo que hace, como si estuviera en un su casa. Llega hasta una puerta y golpea. De pronto, todos los niños se levantan y abren el portón, dejando por unos minutos sola a la maestra que dictaba clases con un libro en sus manos. Hay abrazos, sonrisas, caricias, hay afecto, una expresión de amor sincera, sin prejuicios, solo aferrándose a la llegada de su entrañable compañera y amiga.

Así comienza un nuevo día de estudio para Nahomi, una niña con síndrome de down que desde este año asiste a la educación regular en busca de nuevas oportunidades, de igualdad, de ejercer su derecho, sin limitaciones ni imposiciones.
Ella es parte de un grupo de cuatro niños con habilidades diferentes que estudian en la escuela Manuel Salcedo, en San Felipe. Sus padres decidieron buscar una educación diferente a la impuesta, y los resultados dicen, están a la vista.
Hugo Hinojosa, de 45 años, es el padre de la estudiante. Dice sentirse feliz por el amor que a diario recibe su hija de maestros y compañeros.
El padre explica que Nahomi asistió a una institución de educación especial, pero no sintió el progreso que en su hija ahora es notorio. “Ya sabe escribir su nombre, conoce y diferencia los colores, los número, las letras del alfabeto, es muy dedicada en sus tareas, le gusta hacerlas, creo que aprende mucho estando con niños sin el problema de salud”, dice.
Reconoce que no existe presión de la maestra ya que todos están conscientes de sus capacidades, además siente que su hija ahora tiene una mayor autoestima, “ha ganado mucho en su lenguaje, juega básquet, baila, no nos arrepentimos de haber tomado esta decisión”.
La hermana menor de Nahomi, también estudia en la institución. Britney sufre una discapacidad auditiva severa en uno de sus oídos. Ambas han recibido el apoyo de la comunidad educativa.



Trabajo pedagógico

Fabiola Rivera es la maestra de Nahomi (tercero de básica). Labora desde hace 17 años en la escuela y reconoce que es la primera ocasión en la que trabaja con una estudiante con capacidades diferentes.
Dice que no ha sido un esfuerzo o un problema, más bien lo califica como una “oportunidad maravillosa”, ya que ha despertado en otros niños muchos sentimientos nobles, la solidaridad y la comprensión principalmente.
La Maestra cree que la inclusión de niños especiales a las aulas regulares “es algo que debía hacerse mucho antes; por ejemplo, la niña (Nahomi) tiene un poco de retraso en el aprendizaje, pero reacciona muy bien en comparación a otros niños de su edad, esta alumna es muy despierta, inteligente, de muchos valores, es un ejemplo para sus compañeros”.



Necesidades urgentes
Por su parte Ramón Segovia, director de la escuela Manuel Salcedo, informó que el establecimiento se ha caracterizado desde hace muchos años por recibir niños especiales, incluso antes de que fuera una disposición gubernamental.
Sin embargo, lamenta que el plantel hace dos meses perdiera a la maestra de aula de apoyo, “quien se preocupaba de los niños con estos problemas de salud”.
Explica que la entidad rectora de la educación provincial realizó un reajuste al plantel y no “repusieron a la maestra, a pesar de que hicimos las solicitudes necesarias”.
Segovia reconoce el esfuerzo y abnegación que ponen sus compañeros maestros en la educación de estos alumnos. “Se requiere capacitaciones especiales para que todos los maestros seamos capaces de este proceso de inclusión, nosotros nos auto educamos en estos temas, así debe ser, pero la capacitación profesional nunca está por demás”.



Batalla por terminar

Mishel también es una estudiante especial de la escuela. Ella cursa el séptimo año de educación básica, tiene 15 años de edad.
Eduardo Molina es su profesor, quien vive por  primera vez la experiencia de tener en el aula a una estudiante de habilidades diferentes.
A su criterio, el proceso de inclusión es muy interesante “ya que a través de ella se pueden tratar algunos problemas de integración con otros estudiantes”.

Molina explica que al ser niños de mayor edad en comparación al grado de Nahomi, al inicio del año lectivo los alumnos mostraron dificultad de adaptación, pero a medida que Mishel se fue integrando en las actividades diarias, la percepción de sus compañeros cambió radicalmente, “la ven como una amiga, la cuidan”, dice.
Sin embargo explica que en ocasiones es notorio un cambio de actitud en su alumna, probablemente “porque hay la ausencia de medicamentos (...), el proceso de inclusión educativa también requiere del trabajo de los padres en casa”.
Por ello considera que la capacitación debería darse no solo a los maestros sino también a las cabezas de hogar, para que los padres aprendan a convivir con sus hijos, “la trilogía educativa es importante, en el aula, en la casa, en la comunidad, todos debemos colaborar para sacarlos adelante”, concluyó el maestro.


“Nahomi nos enseña mucho a diario, nos da amor, ha unido a la familia”.

Hugo Hinojosa, padre de familia.






“La capacitación profesional nunca está por demás”.
Ramón Segovia, director de la escuela Manuel Salcedo